20 diciembre, 2009

Benedicto XVI: la Navidad no es un cuento para niños

Mientras gran parte del planeta apura las últimas horas antes de que comiencen el grueso de las celebraciones, banquetes y demás tradiciones de la época navideña, el papa Benedicto XVI ha apelado este domingo, durante el tradicional rezo del Angelus en la plaza de San Pedro, al sentido más religioso de estas fechas y ha asegurado que "la Navidad no es un cuento para niños" sino que "es la respuesta de Dios al drama de una humanidad en busca de la verdadera paz".

Ver noticia en El País 20 Dec. 2009

13 diciembre, 2009

¿EL SECRETO DE LA FELICIDAD?

La felicidad de los demás

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El Dalai Lama

"The Ottawa Citizen"

Sábado, 10 de octubre de 2009

Una gran pregunta subyace en nuestra experiencia, si pensamos en ello conscientemente o no: ¿Cuál es el propósito de la vida?

Creo que el propósito de la vida es ser feliz. Desde el momento del nacimiento, todo ser humano desea la felicidad y no quiere el sufrimiento. Ni los condicionamientos sociales, ni la educación, ni la ideología afecta esto.

Por lo tanto, es importante descubrir lo que traerá consigo el mayor grado de felicidad.

Para empezar, es posible dividir toda clase de felicidad y sufrimiento en dos categorías principales: mental y física.

De los dos, la mente ejerce la mayor influencia en la mayoría de nosotros. A menos que estemos enfermos de gravedad o privados de las necesidades básicas, nuestra condición física juega un papel secundario en la vida.

Por lo tanto, debemos dedicar nuestros esfuerzos más serios para lograr la paz mental.

Desde mi limitada experiencia, he descubierto que el mayor grado de tranquilidad interior proviene del desarrollo del amor y de la compasión.

Mientras más nos preocupemos por la felicidad de los demás, más crecerá nuestro propio sentido de bienestar. El cultivo de un sentimiento de cercanía y calidez por los demás, pone la mente en calma. Esto nos da la fuerza para hacer frente a los obstáculos que nos encontremos.

Es la fuente fundamental del éxito en la vida.

Podemos esforzarnos gradualmente para ser más compasivos, podemos desarrollar tanto verdadera simpatía por el sufrimiento de los demás y la voluntad de ayudarlos a eliminar su dolor.

Como resultado, nuestra propia serenidad y fuerza interior irá en aumento.

La necesidad de amor es la base misma de la existencia humana. Es el resultado de la profunda interdependencia que compartimos con otros.

Algunos de mis amigos me han dicho que, mientras que el amor y la compasión son maravillosos y buenos, que no son realmente muy importantes. Nuestro mundo, dicen, no es un lugar donde esas creencias tienen mucha influencia o poder. Afirman que la ira y el odio están tan dentro de la naturaleza humana, que la humanidad estará siempre dominada por ellas. No estoy de acuerdo.

Nosotros, los humanos hemos existido en nuestra forma actual, alrededor de 100,000 años. Creo que si durante este tiempo la mente humana hubiera sido controlada principalmente por la ira y el odio, nuestra población habría disminuido. Pero hoy, a pesar de todas nuestras guerras, encontramos que la población humana es mayor que nunca.

Esto indica claramente para mí, que el amor y la compasión predominan en el mundo.

La verdadera compasión no es sólo una respuesta emocional, sino un firme compromiso fundado en la razón. Por lo tanto, una actitud verdaderamente compasiva hacia los demás no cambia, incluso si se comportan negativamente.

Por supuesto, el desarrollo de este tipo de compasión ¡no es nada fácil! Para empezar, consideremos los siguientes hechos:

Si la gente es hermosa y agradable o desagradable y perturbadora, en última instancia, son seres humanos, al igual que uno mismo. Al igual que uno mismo, que quiere la felicidad y no quiere el sufrimiento.

Ahora, cuando reconocemos que todos los seres son iguales, con respecto a su deseo de felicidad y de su derecho a obtenerla, automáticamente sentimos empatía y cercanía por ellos. Es entonces que a través de acostumbrar a su mente a este sentido de altruismo universal, desarrollamos un sentimiento de responsabilidad hacia los demás: el deseo de ayudarlos activamente a superar sus problemas.

Permítanme subrayar que esto está a nuestro alcance, teniendo paciencia y tiempo, para desarrollar este tipo de compasión. Debemos empezar por la eliminación de los mayores obstáculos a la compasión: la ira y el odio.

Como todos sabemos estas son emociones, muy poderosas y pueden saturar toda nuestra mente. Sin embargo, pueden ser controladas y se sustituyen por una energía igualmente fuerte que se deriva de la compasión, la razón y la paciencia.

También debo destacar que el sólo pensar en la compasión, la razón y la paciencia no será suficiente para desarrollarlas. Hay que esperar a que las dificultades surjan y luego tratar de ponerlas en práctica.

¿Y qué crea oportunidades de ese tipo? No nuestros amigos por supuesto, sino nuestros enemigos. Ellos son los que nos dan más problemas.

Así que si realmente queremos aprender, debemos considerar a nuestros enemigos como nuestros mejores maestros.

Para una persona que valora la compasión y el amor, la práctica de la tolerancia es esencial, y por eso, un enemigo es indispensable.

Así que debemos sentirnos agradecidos con nuestros enemigos, porque son ellos los que mejor pueden ayudarnos a desarrollar una mente tranquila. Además, a menudo es el caso tanto en la vida personal y pública, que con un cambio en las circunstancias, los enemigos se convierten en amigos.

Así que la ira y el odio son nuestros verdaderos enemigos. Estas son las fuerzas que más necesitamos enfrentar y derrotar, no los enemigos temporales que aparecen de forma intermitente durante toda la vida.

En conclusión, me gustaría ampliar brevemente mis pensamientos más allá del tema de este corto editorial y ampliar el punto: la felicidad individual puede contribuir de una manera profunda y eficaz a la mejora general de nuestra comunidad humana.

Puesto que todos compartimos una misma necesidad de amor, es posible sentir que cualquier persona con la que nos reunamos, en cualquier circunstancia, es un hermano o hermana.

Es absurdo insistir en las diferencias externas, ya que nuestra naturaleza básica es la misma.

Creo que en todos los niveles de la sociedad - familiar, tribal, nacional e internacional - la clave para una vida más feliz y más exitosa del mundo es el crecimiento de la compasión. Todo lo que hace falta es que cada uno de nosotros es desarrollar nuestras cualidades humanas.

El Dalai Lama recientemente se desempeñó como editor invitado del "Vancouver Sun", cuando apareció por primera vez este artículo.

Traducido al español por Lorena Wong

04 diciembre, 2009

Carta del Arzobispo de Tánger sobre el aborto

Carta a una amiga… desde lo hondo:

Querida: cada vez que desde dentro, desde lo hondo, me acerco al misterio de la vida y al drama del aborto, tú, tal vez por lo que digo, tal vez por lo que no digo, entiendes que en el ser humano veo sólo a alguien a quien amar, y que su vida es un bien que siempre se ha de cuidar. Lo entiendes, y me envías mensajes que no reprochan mi modo de ver personas y cosas, aunque advierto que reclaman la admisión a trámite de otras miradas.

Hace años, alguien me invitó a participar en una tertulia sobre el aborto, y me asignaba el papel de “defensor de la postura de la Iglesia”. No acepté la invitación, y no porque me viese lejos del sentir de la Iglesia, sino porque la supuesta “doctrina eclesial” que yo debía defender, sería sólo eso, doctrina, principios que, considerados por encima de las personas y al margen de la realidad, estaban condenados a ser percibidos como doctrina indiscutible y a ser rechazados como materia fría, principios que, en la conciencia del oyente o espectador, quedarían interiorizados como indiferentes al sufrimiento, reñidos con la libertad y enemigos del bien de la mujer.

Hoy, en las instituciones, en la prensa y en la calle, alguien ha conseguido organizar a lo grande la vieja tertulia de antaño. Y mucho me temo que “los defensores de la postura de la Iglesia” le estén haciendo a ésta un lamentable servicio. Por mi parte, continúo sin tener doctrinas que debatir con nadie. Sólo tengo lo que vivo, y eso lo puedo compartir contigo y con quienes lo que quieran respetar.

Querida: a la puerta de un cristiano llaman los necesitados, no los principios. Más de una vez, a mi puerta los he visto llegar “con la vida en las manos”, la propia o la de sus hijos. Y lo que esperan es que les ayudemos a vivir.

Por eso rehúso la tertulia, y me obstino en hablar de seres humanos a los que amar; me interesan sus dolores, sus esperanzas, su libertad. De ellos me ocupo, nacidos ya, o todavía en un seno a la espera de nacer. Permíteme, hermana mía, que comparta contigo lo que, pensando en ellos, he compartido antes conmigo mismo:

    Considero inviolable la vida humana. Temo, sin embargo, que obsesionados por la utopía de un mundo sin vidas violadas o profanadas, unos y otros estemos perdiendo en perseguirlo las energías que necesitamos aunar para evitar una sola profanación, una por vez.

    En una mujer que se arriesga a cortar la trama de otra vida enraizada en la suya, no quiero suponer ligereza o maldad, sólo puedo atribuirle una libertad recortada por las circunstancias: soledad, preocupaciones, miedo, tal vez angustia, eventuales intereses, supuestas conveniencias, presiones del entorno, esclavitudes varias, puede que vergüenza… Al margen de convicciones e intereses de parte, todos estamos llamados a colaborar para que esa mujer se vea libre de condicionamientos, y asuma la responsabilidad de sus decisiones.

    Percibo en la sociedad síntomas de un desprecio inconsciente y cruel por la vida de los pobres: Antes de abrirte la puerta, estimo el beneficio que eso me puede traer. Mi seguridad cuenta más que tu necesidad. Cierro los ojos para no verte, y te dejo morir porque no te he visto… ¡Necesitamos ver!

    Si una mujer sin papeles es violada, no la ve el violador, no la ven quienes lo ven, no la ven quienes lo pagan, no la ven quienes tienen bastante con ocuparse de los propios asuntos: ¡Necesitamos ver!

    Lo peor que pueden hacernos los soñadores que se agolpan a nuestras puertas es morirse delante de ellas, pues eso, por un momento, aunque sólo sea por un momento y a destiempo, los hace visibles, y, de paso, sacude nuestra indiferencia: ¡Necesitamos ver!

    Desdichadamente, también en lo que concierne a no nacidos, andamos empeñados en hacerlos invisibles. Usamos silencios y palabras, sofismas y eufemismos, para no ver, para que nadie vea: ¡Necesitamos ver!

    Un día preguntaremos: Señor, ¿cuándo te vimos? Y hallaremos sorprendidos que al Señor lo hemos amado sin verlo, cuando vimos y cuidamos a sus hermanos más pequeños: ¡Necesitamos ver!

    Si queremos seguir siendo humanos, ¡necesitamos ver!

Supongo, hermana mía, que, si se trata de aunar energías para cuidar la vida, si se trata de crear espacios de libertad para escogerla y acogerla, si se trata de ayudarnos honestamente a ver, hay muchas posibilidades de colaboración cordial entre todos los que formamos la sociedad civil. Claro que, no obstante el esfuerzo, tropezaremos siempre con la realidad del aborto. A mí no me toca juzgar, sólo acoger y amar.

    La esperanza es una virgen encinta de un mundo diverso.

    Sólo las mujeres, las madres, conocen la espera,

    porque está inscrita físicamente en sus cuerpos.

    Se espera, no por una carencia, sino por una plenitud,

    no por ausencia que colmar,

    sino por una sobreabundancia de vida que ya presiona”.

    (Ermes Roch)

Pide por tu hermano menor.

+ Fr. Santiago Agrelo Martínez

Arzobispo de Tánger

15 septiembre, 2009

Carta Pastoral de el Obispo presidente de la Comisión Episcopal de Migraciones, D. José Sanchez

Hospitalidad
09.08.2009

Queridos diocesanos y cuantas personas estáis entre nosotros:

Pocas ocasiones, como las que nos ofrecen las vacaciones para experimentar y ejercer la virtud cristiana de la hospitalidad. Si nos desplazamos fuera de nuestro lugar habitual, una de las cosas que más agradecemos es ser bien acogidos, la hospitalidad de los demás. Por nuestra propia experiencia de ser bien o mal acogidos, podemos ponernos en el lugar de los demás, que vienen a nosotros y lo primero que esperan y lo que más aprecian es ser bien acogidos.

La hospitalidad suele ser una actitud más común en los pueblos pobres que en los ricos y más desarrollados. La necesitan más aquéllos que éstos y están más experimentados en acoger y ser acogidos. Desde luego, es una virtud muy valorada y ejercida por los pueblos religiosos. En concreto, en el pueblo judío, desde Abraham, aparece como una actitud propia del creyente, perteneciente al pueblo de Dios. Más aún, la acogida y el trato fraterno a huérfanos, viudas y extranjeros es exigida por la Ley como prueba de la autenticidad de vida del creyente.

Nuestro Señor Jesús va más allá, a la hora de tratar sobre la hospitalidad. Además de experimentar personalmente con frecuencia la hospitalidad y en algunas ocasiones el rechazo, pone la hospitalidad y la acogida del extranjero como una de las señales de identidad de sus discípulos y como causa determinante de salvación o de perdición. Más aún considera el gesto y servicio de hospitalidad con el forastero como algo hecho con Él mismo, Fui extranjero y me acogisteis.

En la experiencia de los emigrantes, la acogida y la hospitalidad o, por el contrario, la no acogida o el rechazo pueden dejarles una marca positiva o negativa de graves consecuencias y de larga duración. Precisamente en la actualidad, está en estudio la reforma de la Ley de Extranjeros en España y en Europa. Uno de los puntos más debatidos es la hospitalidad. En el empeño por perseguir a los inmigrantes en situación irregular o “sin papeles,” se ha llegado a plantear la posibilidad de penar la hospitalidad en aquellas personas que acogieran y mantuvieran a su costa a emigrantes “sin papeles”, castigando la actitud generosa o la virtud de hospitalidad con penas reservadas a los delitos. Parece que se está revisando la futura Ley de Extranjeros en este punto. Esperemos lo mejor; pero habrá que estar muy atentos. El momento en que vivimos, preocupados por el altísimo índice de paro, podemos caer en la tentación de pensar que todo vale con tal de quitarnos de encima la hoy por muchos considerada “pesada carga” de extranjeros, documentados o indocumentados, cuando, en otros momentos de prosperidad, les abrimos generosamente las puertas, porque los necesitábamos.

De todos modos, a cada uno nos corresponde acreditar, con la hospitalidad y la fraterna acogida, nuestra condición de creyentes, discípulos del Señor, que quiso ser acogido y siempre nos acoge. La mayor movilidad y contacto con diversas personas y pueblos, con motivo de las vacaciones y, sobre todo, a causa de la presencia de numerosos emigrantes, de pueblos, culturas y religiones tan diferentes, nos ofrecen la gran oportunidad de ejercitarnos en la virtud cristiana de la hospitalidad.

Bienvenidos seáis a nuestra diócesis y a nuestras parroquias cuantos, como inmigrantes, o de turistas, o de vacaciones, o de visita, estáis entre nosotros en estos días.

Os saluda y bendice vuestro Obispo

29 junio, 2009

La actual crisis financiera y económica mundial a la luz del bien común de la tierra y de la humanidad

Se ha inaugurado estos días la Conferencia de la ONU sobre la crisis económica mundial. El presidente actual de la Asamblea General de la ONU es Miguel D'Escoto, sacerdote, que fue ministro de Asuntos Exteriores de Nicaragua. Es una voz diferente, que habla de cosas diferentes, con un lenguaje que a muchos les resulta extraño en los medios políticos. Y en este discurso de inauguración de la Conferencia hay quien encuentra la mano y el espíritu de nuestro querido Leonardo Boff.

24-06-2009

Conferencia de las Naciones Unidas sobre la Crisis Financiera y Económica Mundial y Su Impacto Sobre el Desarrollo

Miguel d’Escoto Brockmann


Muy queridos Presidentes
Primeros Ministros
Cancilleres
Señores Ministros
Excelencias
Señor Secretario General
Hermanas y hermanos todos:

Estamos todos aquí reunidos, los representantes de los Estados y de los gobiernos del mundo porque vivimos un momento singularísimo de la historia humana, en el cual está en juego nuestro futuro común. Somos ciudadanos de diferentes naciones y, al mismo tiempo, somos ciudadanos planetarios, viviendo relaciones múltiples de interdependencia de todos con todos.

Una Arca de Noé que salve a todos

En este momento crítico, debemos todos sumar esfuerzos para evitar que la crisis global, con sus muchos y diferentes rostros, se transforme en una tragedia socioambiental y humanitaria. Los retos de las diferentes crisis están todos interconectados y nos obligan a nosotros, representantes de los pueblos de la Tierra, a proclamar nuestra responsabilidad unos hacia los otros y a que juntos, con gran esperanza, busquemos soluciones incluyentes. Ningún mejor lugar que esta sala de la Asamblea General de las Naciones Unidas para hacerlo. Esta es por antonomasia la sala de la inclusividad democrática mundial, Sede del G192. Obviamente que cada Estado tiene la opción de definir su nivel de participación, de conformidad con la importancia que le asigne al tema de cada reunión.

No es humano ni responsable construir una Arca de Noé que salve solamente al sistema económico imperante dejando a la gran mayoría de la humanidad a su propia suerte, sufriendo las nefastas consecuencias de un sistema impuesto por una irresponsable, aunque poderosa minoría. Tenemos que tomar colectivamente un conjunto de decisiones que atiendan, lo más posible, a todos, incluyendo la gran comunidad de vida y la Casa Común,
la Madre Tierra.

Superar el pasado y construir el futuro

Antes que nada, necesitamos superar un pasado agobiante y forjar un futuro esperanzador. Hay que reconocer que la actual crisis económico-financiera es el último resultado de un modo egoísta e irresponsable de vivir, de producir, de consumir, de establecer relaciones entre nosotros y con la naturaleza que implicó una sistemática agresión a la Tierra y a sus ecosistemas y una profunda disimetría social, una expresión analítica que disimula una perversa injusticia social planetaria. A mi juicio, hemos llegado a la última frontera. El camino hasta ahora recorrido, parece haberse cerrado y, de continuar así, puede llevarnos al mismo destino ya anticipado por los dinosaurios.

Por eso, los controles y las correcciones del modelo vigente, sin duda, necesarios, son a mediano y a largo plazo, insuficientes. Su fuerza interna para hacer frente a la crisis global se muestra extremamente débil. Quedarse en solo controles y correcciones del modelo demostraría una cruel falta de sensibilidad social, de imaginación y de compromiso con la creación de una paz justa y duradera. El egoísmo y la codicia no se pueden remendar. Tienen que ser sustituidos por la solidaridad y eso, obviamente, implica un cambio radical. Si realmente lo que queremos es una paz estable y duradera, debemos estar absolutamente claros que debemos ir más allá de controles y correcciones del modelo existente y crear algo que apunte hacia un nuevo paradigma de convivencia social.

En esta perspectiva, es imperativo buscar lo que la Carta de la Tierra llama un “modo sostenible de vivir. Esto implica una visión compartida de valores y de principios que propicien una forma distinta de habitar este mundo y que garanticen el buen vivir de las presentes y de las futuras generaciones. Si grande es el peligro que todos enfrentamos ante los diversos problemas convergentes, más grande es aun la oportunidad de salvación que la crisis mundial nos está ayudando u obligando a descubrir. Hemos construido una economía globalizada. Ahora es el momento de crear una política y una ética globalizadas a partir de las muchas experiencias y tradiciones culturales de los diferentes pueblos.

La Madre Tierra y la ética planetaria

Una ética nueva presupone una óptica nueva. Es decir, una visión del mundo diferente origina, también, una ética diferente, una forma nueva de interrelacionarnos.

Hay que incorporar la óptica que nos viene de las así llamadas ciencias de la Tierra según las cuales la Tierra está insertada dentro de un vasto y complejo cosmos en evolución. Ella está viva, es la Madre Tierra, expresión aprobada por esta Asamblea el pasado 22 de abril. La Madre Tierra se auto regula, articulando, con un equilíbrio sutil, lo físico, lo químico y lo biológico de tal forma que se hace siempre propicia a la vida. Ella produjo una comunidad de vida única dentro de la cual emergió la comunidad de la vida humana – la Humanidad - como la parte consciente e inteligente de la misma Tierra.

Esta concepción contemporánea se compagina con la ancestral visión de la Humanidad y de los pueblos originarios para los cuales la Tierra siempre fue y es venerada como Madre, Magna Mater, Inana, Tonantzín, como la llamaban los náhuatl en mi patria Nicaragua, o Pacha Mama, como la llaman los aymaras en Bolivia.

Crece más y más la conciencia de que todos somos hijos e hijas de la Tierra y a ella pertenecemos. Tal como nos ha recordado muchas veces el Presidente Evo Morales, ella puede vivir sin nosotros, pero nosotros no podemos vivir sin ella.

Nuestra misión como humanos es la de ser los guardianes y los cuidadores de la vitalidad y de la integridad de la Madre Tierra. Lamentablemente, a raíz de nuestro excesivo consumo y despilfarro, la Tierra ha ultrapasado ya en 40% su capacidad de reposición de los bienes y servicios que generosamente nos ofrece.

Esta visión de la Tierra viva es testimoniada por los astronautas que desde sus naves espaciales confesaron, admirados, que Tierra y Humanidad constituyen una única realidad. Vivenciaron lo que se llamó el “Overview Effect”, es decir, la percepción de que estamos tan unidos a la Tierra que nosotros mismos somos Tierra: Tierra que siente, que piensa, que ama y que venera.

Esa óptica nos evoca respeto, veneración, sentimiento de responsabilidad y de cuidado por nuestra Casa Común, actitudes extremamente urgentes de cara a la actual degradación generalizada de la naturaleza.

De esta nueva óptica nace una nueva ética. Una nueva forma de interrelacionarnos con todos los que viven en nuestra morada humana y con la naturaleza circundante. Hoy la ética o será planetaria o no será ética.

Puntos axiales de una ética del bien común

La primera afirmación de esta ética planetaria consiste en proclamar y salvaguardar el Bien Común de la Tierra y de la Humanidad. Partimos del presupuesto de que la comunidad de pueblos es simultáneamente una comunidad de bienes comunes. Estos no pueden ser apropiados privadamente por nadie y deben servir a la vida de todos, de las presentes y de las futuras generaciones y de la comunidad de los demás seres vivientes.

El Bien Común de la Humanidad y de la Tierra tiene las características de universalidad y de gratuidad. Es decir, tiene que involucrar universalmente a todas las personas, los pueblos y la comunidad de vida. De este Bien Común Mundial nadie y ningún ser pude ser excluido. Además, por su naturaleza, es algo gratuitamente ofrecido a todos y, por eso, no debe ser objeto de compra o venta ni ponerse bajo la lógica de la competencia. Por otra parte, debe ser continuamente construido por todos sin que por ello el Bien Común deje de ser común.

¿Cuáles son los bienes fundamentales que constituyen el Bien Común de la Humanidad y de la Tierra? El primero es, sin duda, la propia Tierra. ¿A quién pertenece la Tierra? La Tierra pertenece, no a los poderosos que se apropiaron de sus bienes y servicios, sino al conjunto de los ecosistemas que la componen. Es un don del universo que surgió en nuestra Vía Láctea a partir de un sol ancestral ya desaparecido que originó el sol actual alrededor del cual la Tierra gira como uno de sus planetas. Por el hecho de ser viva y generadora de todos los seres vivientes, tiene dignidad (dignitas Terra). Esta dignidad reclama respeto y veneración y hace que ella sea portadora de derechos: derecho de ser cuidada, protegida y mantenida en condiciones de poder continuar produciendo y reproduciendo vidas.

Tenemos todavía que reconocer que el modo de producción que se globalizó en su voracidad industrialista ha, en gran medida, desvastado la Tierra y, así mismo, dañado también el Bien Común de la Tierra y de la Humanidad. Es urgente que busquemos otros caminos más humanos y más favorables a la vida: los caminos de la justicia y de la solidaridad que son los caminos que conducen a la paz y a la felicidad.

En seguida tenemos a la biósfera de la Tierra como un patrimonio común de toda la vida de la cual la Humanidad es su tutora. Pertenecen al Bien Común de la Humanidad y de la Tierra, como decía ya en 1972 la Conferencia de la ONU sobre Medio Ambiente, “todos los recursos naturales de la Tierra, incluyendo el aire, los suelos, la flora, la fauna y en especial las muestras representativas de los ecosistemas naturales”.

Especialmente el agua, los océanos y los bosques pertenecen al Bien Común de la Humanidad y de la Tierra. El agua es un bien natural, común, esencial e insustituible y todos tienen derecho al acceso a ella, independientemente de los costos implicados en su captación, reserva, purificación y distribución que serán asumidos por el poder público y por la sociedad. Por eso, nos preocupa enormemente el afán de privatizarla y transformarla en mercancía con la cual, sin duda, se puede ganar mucho dinero. Agua es vida y la vida es sagrada y no objeto de trueques. Esta Asamblea quiere apoyar los esfuerzos para llegar a un Pacto Internacional del Agua con una gestión colectiva para garantizar a todos este bien tan vital.

Algo semejante hay que decir de los bosques, especialmente los tropicales y subtropicales, en donde se encuentra la mayor biodiversidad y concentración de humedad necesaria a la vitalidad de la Tierra. Son los bosques los que impiden que los cambios climáticos inviabilicen la vida en el planeta, porque son los grandes secuestradores de dióxido de carbono. Sin bosques no hay vida ni biodiversidad. Los océanos son los grandes repositorios de vida, los reguladores de los climas, los equilibradores de la base física y química de la Tierra. Bosques y océanos constituyen una cuestión vital y no sólo ambiental.

Los climas de la Tierra pertenecen al Bien Común de la Humanidad y de la Tierra. La resolución 43/53 del 6 de diciembre de 1988 de esta Asamblea General de la ONU sobre “Protección del Clima Global para las Generaciones Presentes y Futuras,” reconoce los climas como Patrimonio Común de la Humanidad (Common Concern of Humankind) porque “son una condición esencial de la manutención de la vida en la Tierra”. El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático, más conocido como IPCC, por sus siglas en inglés, considera “los cambios climáticos una preocupación común de la Humanidad que debe ser tratada globalmente con una responsabilidad compartida”.

Pero el gran Bien Común de la Humanidad y de la Tierra es la propia Humanidad como un todo. Tiene un valor intrínseco supremo y representa un fin en sí mismo. Es parte del reino de la vida, altamente compleja, capaz de conciencia, sensibilidad, inteligencia, fantasía creadora, amor y apertura al Todo.

Hay en todas las culturas la clara percepción de que la Humanidad es portadora de una inviolable dignidad. Cometen crimen contra la Humanidad los que hacen guerras y construyen una máquina de muerte que puede eliminar de la faz de la Tierra la vida humana y dañar profundamente la biósfera.

Por eso, mis queridos hermanos y hermanas, ya no debemos esperar. Es imprescindible proceder cuanto antes a la abolición de armas nucleares por completo, no simplemente reducción o no proliferación. Urge establecer la norma de cero tolerancia para armas nucleares, para todos en general sin excepciones. Un encuentro de todos los poseedores de armas nucleares para tomar decisiones sobre ésto es ya algo inaplazable. Estamos viviendo un momento propicio para ésto y no debemos desaprovecharlo. El mundo tampoco puede seguir tolerando la obscenidad de los cada vez mas astronómicos gastos en armamentos mientras se ofrecen irrisorias cantidades para sacar a la mitad de la humanidad de niveles de pobreza inexcusables que, además, constituyen una bomba de tiempo contra todos. La violencia genera violencia y mantener a gente en hambre y niveles infrahumanos de existencia es la peor violencia.

Estrategias para la superación de la crisis

En este momento de la historia bajo la crisis global y a la luz del Bien Común de la Tierra y de la Humanidad, se hace necesario tomar colectivamente medidas de corto y mediano plazo para mantener a la sociedad funcionando, por un lado y para sentar las bases de nuevas formas de vivir sus- tentablemente, por el otro. Cinco ejes fundamentales podrían dar coherencia a las nuevas iniciativas que busquen construir alternativas y también orientar numerosas prácticas que serán discutidas en estos días aquí en
la Asamblea General.

Primero: la utilización sostenible y responsable de los escasos recursos naturales. Esto implica superar la lógica de la explotación de la naturaleza y fortalecer la relación de respeto y de sinergia.

Segundo: devolver a la economía su debido lugar en el conjunto de la sociedad, superando la visión reduccionista que la hizo el gran eje estructurador de la convivencia humana. La economía debe ser respetuosa de valores y no fuente de valores; debe ser vista como la actividad destinada a crear, dentro del respeto de las normas sociales y ecológicas, las bases de la vida física, cultural y espiritual de todos los seres humanos sobre el planeta.

Tercero: generalizar la democracia a todas las relaciones sociales y a todas las instituciones. No solamente aplicarla y profundizarla en el campo político, con una nueva definición del Estado y de los organismos internacionales, sino también ampliarla al área de la economía, de la cultura y de la relación entre hombres y mujeres para que sea un valor universal y verdaderamente una democracia sin fin.

Cuarto: forjar un ethos mínimo desde el intercambio multicultural y desde las tradiciones filosóficas y religiosas de los pueblos, a fin de que puedan participar en la definición del Bien Común de la Humanidad y de la Tierra y en la elaboración de nuevos valores.

Quinto: potenciar una visión espiritual del mundo que haga justicia a las búsquedas humanas por un sentido trascendente de la vida, de la labor creativa de los humanos y de nuestro corto tránsito por este pequeño planeta.

La concretización de estos cinco ejes fundamentales es esencial para lograr el buen vivir personal, social y planetario. Este se alcanza a través de una economía de lo suficiente y decente para toda la comunidad, viviendo en comunión con los demás seres humanos, con la naturaleza y con el Todo del cual somos parte.

Aquí se dan las bases para una biocivilización que tiene como centralidad la vida, la Tierra y la Humanidad, cuyos ciudadanos se sienten hijos e hijas de la alegría y no de la necesidad.

Cuatro principios éticos fundamentales

Todos estos retos no serán adecuadamente respondidos si no cambiamos nuestras mentes y nuestros corazones y no creamos espacio para la emergencia y el desarrollo de otras dimensiones esenciales del ser humano. El uso exclusivo y abusivo de la razón instrumental-analítica en los tiempos modernos nos ha hecho sordos al clamor de la Tierra e insensibles a los gritos de los oprimidos que son las grandes mayorías de la Humanidad. En lo más hondo de nuestra naturaleza humana somos seres de amor, de solidaridad, de compasión y de comunión. Por eso hay que enriquecer la razón analítica con la razón sensible, emocional y cordial, sede de los referidos valores.

El Bien Común de la Humanidad y de la Tierra es una realidad dinámica y en continua construcción. Para mantenerlo vivo y abierto a otros desarrollos cuatro principios éticos resultan importantes.

El primer principio ético es el respeto. Cada ser tiene valor intrínseco. Su utilización para el Bien de la Humanidad no puede ser orientada por una ética meramente utilitarista, como ha predominado en el paradigma socioeconómico vigente, sino dentro de un sentido de mutua pertenencia, de responsabilidad y de conservación de su existencia.

El segundo es el cuidado. El cuidado configura una actitud no agresiva ante la realidad, actitud amorosa que repara los daños pasados y previene los futuros y, a la vez, se extiende a todos los campos de la actividad humana personal y social. Si existiera suficiente cuidado, no habríamos llegado a la actual crisis financiera y económica. El cuidado está ligado intrínsecamente a la manutención de la vida, porque sin cuidado ella se debilita y desaparece.

La expresión oriental del cuidado se llama compasión, tan necesaria en los días de hoy cuando gran parte de la Humanidad y de la misma Tierra se encuentran crucificadas y magulladas en un mar de padecimientos.

En una sociedad de mercado que se rige más por la competencia que por la cooperación, se constata una cruel falta de compasión con todos los que sufren en la sociedad y en la naturaleza.

El tercer principio es la responsabilidad universal. Todos somos ecodependientes e interdependientes. Nuestras acciones pueden ser benéficas o dañinas para la vida y para el Bien Común de la Tierra y de la Humanidad. Las muchas crisis actuales derivan, en gran parte, por la falta de responsabilidad de nuestros proyectos y prácticas colectivas que han provocado el desequilibro global de los mercados y el del sistema-Tierra.

El cuarto principio es la cooperación. Si no hay cooperación entre todos, no vamos a salir enriquecidos de las crisis actuales. La cooperación es tan esencial que fue ella lo que en el pasado permitió a nuestros ancestros antropoides dar el salto de la animalidad a la humanidad. Al buscar sus alimentos, no los comían de forma individual sino que los traían todos para el grupo y de forma cooperativa y solidaria lo compartían entre todos. Lo que fue esencial en el pasado, sigue siendo esencial en el presente.

Por fin, pertenece al Bien Común de la Humanidad la creencia testimoniada por las tradiciones espirituales y afirmada por cosmólogos y astrofísicos contemporáneos, de que por detrás de todo el universo, de cada ser, de cada persona, de cada evento y de nuestra crisis actual, actúa la Energía de Fondo, misteriosa e inefable, llamada también Fuente Alimentadora de todo el Ser. Esta Energía sin nombre – estamos seguros – actuará también en este momento de caos ayudándonos y empoderándonos para vencer al egoísmo y tomar las medidas necesarias para que éste no sea catastrófico, sino creativo y generativo de nuevas órdenes de convivencia, de modelos económicos innovadores y de un sentido más alto de vivir y de convivir.

Conclusión: no tragedia sino crisis

Para terminar, quiero testimoniar mi profunda convicción de que el escenario actual no es de tragedia sino de crisis. La tragedia termina mal con una Tierra desvastada pero que puede continuar sin nosotros.

La crisis purifica, nos hace madurar y encontrar formas de superación satisfactorias para toda la comunidad de vida, del ser humano y de la Tierra. El actual dolor no es el estertor de un moribundo, sino el dolor de un nuevo parto. Hasta ahora hemos explotado exhaustivamente el capital material que es finito, cabe ahora trabajar el capital espiritual que es infinito porque infinita es nuestra capacidad de amar, de convivir hermanablemente y de penetrar en los misterios del universo y del corazón humano.

Como todos venimos del corazón de las grandes estrellas rojas en las cuales se forjaron los elementos que nos constituyen, está claro que nosotros nacimos para brillar y no para sufrir. E iremos nuevamente a brillar –esta es mi firme esperanza - en una civilización planetaria más respetuosa de la Madre Tierra, más incluyente de todos, más solidaria a partir de los más desposeídos, más espiritual y llena de reverencia frente al esplendor del universo y mucho más feliz.

Con estas palabras, se dan por iniciadas las intervenciones en esta importantísima Conferencia sobre la crisis financiera y económica mundial. Al contextualizar la problemática, he querido enfatizar que, para poder aprovechar las oportunidades que la actual crisis nos presenta, tendremos que deponer actitudes egoístas. Estas, en verdad, sólo buscan preservar un sistema que, supuestamente, beneficia a una minoría y claramente tiene nefastas consecuencias para la inmensa mayoría de los habitantes del planeta. Tenemos todos que revestirnos de SOLIDARIDAD y de COOPERACIÓN para poder dar un salto cualitativo hacia un futuro de paz y bienestar.

Permítanme, queridos hermanos y hermanas concluir esta reflexión con las palabras del Santo Padre, el Papa Benedicto XVI para esta Conferencia:
“Invoco para los participantes de la Conferencia, como también para los responsables de la cosa pública y de los destinos del planeta, el Espíritu de Sabiduría y de Solidaridad Humana para que la actual crisis se transforme en oportunidad capaz de ayudarnos a brindar una mayor atención a la dignidad de cada ser humano y promover una distribución más equitativa del poder de decisión y de los recursos, con particular atención a los pobres, cuyo número, desafortunadamente, es cada vez mayor.”

- Palabras de Miguel d’Escoto Brockmann, Presidente de la Asamblea General de las Naciones Unidas, al iniciarse la Conferencia de Alto Nivel sobre la Crisis Financiera y Económica Mundial y Su Impacto Sobre el Desarrollo.
New York 24-26 junio 2009