15 septiembre, 2009

Carta Pastoral de el Obispo presidente de la Comisión Episcopal de Migraciones, D. José Sanchez

Hospitalidad
09.08.2009

Queridos diocesanos y cuantas personas estáis entre nosotros:

Pocas ocasiones, como las que nos ofrecen las vacaciones para experimentar y ejercer la virtud cristiana de la hospitalidad. Si nos desplazamos fuera de nuestro lugar habitual, una de las cosas que más agradecemos es ser bien acogidos, la hospitalidad de los demás. Por nuestra propia experiencia de ser bien o mal acogidos, podemos ponernos en el lugar de los demás, que vienen a nosotros y lo primero que esperan y lo que más aprecian es ser bien acogidos.

La hospitalidad suele ser una actitud más común en los pueblos pobres que en los ricos y más desarrollados. La necesitan más aquéllos que éstos y están más experimentados en acoger y ser acogidos. Desde luego, es una virtud muy valorada y ejercida por los pueblos religiosos. En concreto, en el pueblo judío, desde Abraham, aparece como una actitud propia del creyente, perteneciente al pueblo de Dios. Más aún, la acogida y el trato fraterno a huérfanos, viudas y extranjeros es exigida por la Ley como prueba de la autenticidad de vida del creyente.

Nuestro Señor Jesús va más allá, a la hora de tratar sobre la hospitalidad. Además de experimentar personalmente con frecuencia la hospitalidad y en algunas ocasiones el rechazo, pone la hospitalidad y la acogida del extranjero como una de las señales de identidad de sus discípulos y como causa determinante de salvación o de perdición. Más aún considera el gesto y servicio de hospitalidad con el forastero como algo hecho con Él mismo, Fui extranjero y me acogisteis.

En la experiencia de los emigrantes, la acogida y la hospitalidad o, por el contrario, la no acogida o el rechazo pueden dejarles una marca positiva o negativa de graves consecuencias y de larga duración. Precisamente en la actualidad, está en estudio la reforma de la Ley de Extranjeros en España y en Europa. Uno de los puntos más debatidos es la hospitalidad. En el empeño por perseguir a los inmigrantes en situación irregular o “sin papeles,” se ha llegado a plantear la posibilidad de penar la hospitalidad en aquellas personas que acogieran y mantuvieran a su costa a emigrantes “sin papeles”, castigando la actitud generosa o la virtud de hospitalidad con penas reservadas a los delitos. Parece que se está revisando la futura Ley de Extranjeros en este punto. Esperemos lo mejor; pero habrá que estar muy atentos. El momento en que vivimos, preocupados por el altísimo índice de paro, podemos caer en la tentación de pensar que todo vale con tal de quitarnos de encima la hoy por muchos considerada “pesada carga” de extranjeros, documentados o indocumentados, cuando, en otros momentos de prosperidad, les abrimos generosamente las puertas, porque los necesitábamos.

De todos modos, a cada uno nos corresponde acreditar, con la hospitalidad y la fraterna acogida, nuestra condición de creyentes, discípulos del Señor, que quiso ser acogido y siempre nos acoge. La mayor movilidad y contacto con diversas personas y pueblos, con motivo de las vacaciones y, sobre todo, a causa de la presencia de numerosos emigrantes, de pueblos, culturas y religiones tan diferentes, nos ofrecen la gran oportunidad de ejercitarnos en la virtud cristiana de la hospitalidad.

Bienvenidos seáis a nuestra diócesis y a nuestras parroquias cuantos, como inmigrantes, o de turistas, o de vacaciones, o de visita, estáis entre nosotros en estos días.

Os saluda y bendice vuestro Obispo